sábado, 13 de marzo de 2010

Sentándose en la cama abrió el buró y sacó una jeringa. Preparó el contenido rompiendo una parte de la ampolleta observando como el líquido comenzaba a cambiar de transparente a un azul brillante con cientos de diminutas partículas moviéndose internamente. Tomó la liga, envolvió su brazo e inyectó la solución en la vena esperando que no pasara mucho tiempo para que los nanorobots llegaran al corazón a reconstruir lo que se encontraba en ruinas; poder ver el retrato sin llorar de nuevo.

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