domingo, 30 de mayo de 2010

Mi mejor E N E M I G O (L)

Estoy aquí sentado frente al mar, contemplándolo, disfrutándolo, sintiéndolo.

Estoy solo, kilómetros lejos de algún ser con vida. Estamos él y yo, solos, cara a cara, frente a frente.

Sin vergüenza ni pudor, le planteo mi vida, mis temores y miedos. Sin darme cuento, me doy la libertad de comparar mi miserable ser con su grandiosa apariencia.

El mar es tormento, es fuerza. Pero así mismo es paz y armonía... Confieso que me gusta el mar, me somete a una reflexión que nadie es capaz de hacer. De esta misma manera, no dudo en negar que le tengo cierta envidia...

Así es; me confieso y finalmente admito con pena la envidia que le tengo al mar. Y no tengo ningún temor de decirlo, y lo digo alto y claro, y grito: " Te envidio!” Y grito más, así como tratando de ponerme al nivel suyo cuando grita, cuando revienta sus olas. Y la rabia me carcome en este minuto, y ya empiezo a olvidar su inmensidad y su fuerza, y me paro, decidido. Y corro hacia él, como con la vil misión de enfrentarme a él.

Y ya al sentir el frío de sus aguas, recuerdo lo miserable que soy en comparación a él. Pero de algún lado saco fuerzas y decido seguir corriendo, olvidando su fuerza que no me permite avanzar, y el frío que de a poco apaga mis ánimos de seguir con este enfrentamiento.

Y lento avanzo, cada vez un poco más, con una luz de optimismo. Lamentablemente, aquel optimismo tardó muy poco en desaparecer, ya que, una enorme ola me encontró de frente y en mi peor momento.

En menos de un segundo me vi envuelto en sus olas y su fuerza, mientras mi cuerpo se azotaba con todo tipo de cosas que iban apareciendo. Aquella imagen me era muy familiar ya que toda mi vida fue así; golpe tras golpe y más vueltas que incluian el más profundo de mis dolores.



En ese momento me sentía presa del mar; verme realmente envuelto entre sus manos, me hizo perder todo tipo de esperanzas. Y la envidia seguía en mi, pero como dicen, siempre después de la tormenta viene la calma, y es ahí en donde estaba mi rabia; el mar me había tenido en su tormento, y ahora me tiene en su calma; o mas bien en el fondo del mar, sin energías para poder subir, y cayendo de a poco, cada vez más al fondo...

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